lunes, 20 de febrero de 2012

Life is like a box of chocolates.

Aquel día, sin niguna razón en particular, decidí salir a correr.
Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el condado de Greenbow. Noté que si había llegado tan lejos, tal vez podía correr a través del gran estado de Alabama. Y eso fue lo que hice. Corrí atravesando Alabama. Sin niguna razón en particular segía corriendo. Corrí derecho hasta el océano. Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos, y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo. Y cuando llegué al otro océano, noté que debía dar la vuelta y continuar corriendo. Cuando tenía sueño, dormía. Cuando tenia hambre, comía.
Cuando debía... tu sabes, iba.

jueves, 9 de febrero de 2012

Más que ayer. Menos que mañana.



No pretendo que estés todo el día pegado a mi aunque yo también lo desee. Nunca voy a  atribuirte mis mañas y caprichos ni hacerte el único culpable de mis enfados.
Desde luego que no siento que no tengamos nada en común. Que lo que diga el resto de la gente, ¿a quién le importa? Si sabemos que para nosotros no habría un lugar mejor, ni segundos mejor invertidos que los que tú y yo sabemos.
No quiero remontarme al cómo. No quiero remontarme al cuándo. Ya no hay nadie que pueda expresarlo con palabras mejores que las tuyas.
No pienso darme el lujo de desperdiciar cada cosa que dices sin hablar. No me interesa ahorrarme cada beso. Ya no hay nadie que pueda expresarlo con miradas más sinceras que las tuyas.
Aunque no me digas nada. Aunque yo no te diga nada. Sabemos lo que pasa.
No pretendo seducirte con palabras mediocres, porque lo que te repetiría 9.999.999 veces al día no hace falta que lo escriba y describa adornándolo excesivamente.
No hace falta que lo diga de mil formas diferentes, con una basta.
No hace falta que lo grite a quien verdaderamente no le importa.
Sabemos, que a nosotros, sí ;)


miércoles, 1 de febrero de 2012

It's times like these.

En 1876, Alexander Graham Bell inventa el teléfono y con él la posibilidad de conectar largas distancias. Desde ese momento, los esfuerzos del hombre se han centrado en hacer que esa conexión sea cada vez más inmediata. París, Londres o Hong Kong se estrechan en milésimas de segundo gracias a la fibra óptica, Internet o las videoconferencias. Nos permiten estar simultáneamente conectados en cualquier lugar del mundo, con cables invisibles, de la misma manera que las estrellas están conectadas por líneas imaginarias que forman las constelaciones...
Por encima de todas ellas, sobrevolando el tiempo y el espacio, están los cordones umbilicales que nos unen a las personas que queremos. Como cordones de plata transparentes que pertenecen solamente al reino de lo extrasensorial. Hacen que algo se revuelva en nosotros cuando sufren, o cuando se alegran, como un palpito o un escalofrío en la piel. Nos llevan a hacer cosas maravillosas o terribles.
Es como si has soñado toda tu infancia con príncipes azules y castillos sobre colinas y creces y desaparece todo. Aprendes que los cuentos no son exactamente así, que el príncipe azul puede ser naranja y que el castillo no tiene porqué ser un castillo, no es tan importante eso de ser felices para siempre, basta con ser felices en el momento.
A veces, muy de vez en cuando, esas personas conectadas por el cordón de plata pueden darte una grata sorpresa, de vez en cuando te dejan sin respiración.