lunes, 24 de octubre de 2011

Que el temor a fallar no te impida jugar.

Porque la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Muchas veces solemos refugiarnos en los sueños por el temor a enfrentarnos a la vida real. Pensamos que de esta manera nos sentimos dueños de nuestras vidas, de nuestras acciones, de nuestras pasiones y de nuestros miedos. ¿Sueños hechos de sueños? Irónico.
Siempre soñamos lo que queremos para nuestras vidas, nos montamos paranoias mentales de nuestra vida perfecta. Hasta que llega un determinado momento en el que empezamos a confundir el sueño, con la vida real. Os diré como se llama ese fenómeno: INCEPCION ("Origen", para el que no la haya visto, la recomiendo)

Yo me pregunto, ¿estamos todos tontos? ¿De verdad pensamos que sólo por soñar se nos va a solucionar la vida? Pues no, así no va este cuento. Aquí "el que sigue la consigue". No basta simplemente con soñar, no es acción de un solo paso. El paso dos es luchar por tu sueño, para realizarlo, y por tanto, realizarte.

Porque aquí no existen los imposibles, nadie te los pone delante a modo de barrera. Los límites están donde tú quieras ponerlos.

Ahora llega la ironía total y absoluta: yo no hago nada de lo que acabo de mencionar. No, me mata la maldita indecisión. Nunca doy el primer paso, pero nunca nunca. No sé si es por miedo, por cobardía, o porque simplemente no lo he hecho nunca y no sé hacerlo. Puedo dar miles y miles de vueltas a un asunto. Como dirían mi mejor amiga: "tienes terreno y ya está construída la piscina para que te pegues un chapuzón".

Lo peor es que, en el fondo, lo sé. Pero nada, será que soy rara.

Digamos que a parte de vivir entre trenes y metros en la vida real, también vivo entre ellos metafóricamente. Espero en el andén a que llegue uno, y cuando llega me echo atrás y no lo cojo.

Supongo que estoy esperando a que un tren no se canse de mí a la primera de cambio y que, aunque se hayan cerrado las puertas, yo tenga la posibilidad de pulsar el botón para que vuelvan a abrirse.
Un día de estos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Y perderme en la espuma.

En la cresta de la ola, esquivando peligros y preguntas. Acariciando la caprichosa espuma, esa que hay que agarrar con fuerza para que no se escape.
Cabalgar sobre la cima nevada de cada ola, respondiendo a su ir y venir. Estoy arriba, estoy encima, el único lugar desde el que se puede ver todo, y el único lugar del que uno se puede caer.
En lo mas alto, donde se rozan las nubes con los dedos, donde se desayuna el cielo.
Arriesgando en la dispersa espuma, en sus efímeras burbujas. Respirando lo salado del aire, y el dolor de las heridas.
Apostando como siempre, hasta el final, con el objetivo de surfear la ultima ola, y perderme en la espuma.

sábado, 15 de octubre de 2011

Más de cien mentiras que valen la pena.

Nunca he sido sostenible, pero siempre acabo reciclándome y volviéndome a reciclar. Vivo inmersa en mi círculo vicioso personal.

Tengo mi propia regla de las tres erres: reflexionar, rayarme y reiniciar. 

Desde que nací tengo el corazón deforestado y el cerebro lleno de residuos por la ingestión masiva de CFC's, CO2 y demás siglas de mierda que no enumero porque a mi poco me importan en este momento. Yo también me repito a menudo Nunca Mais, aunque nunca acabe de limpiar los vertidos tóxicos. Mi cuerpo es un jodido vertedero en progresiva descomposición.

Señor Dios, Yahvé, Alá o Maria Magdalena, tienes una deuda (ecológica o no) conmigo. Voy a pasarme a cobrarla en breves, ¡y más te vale portarte bien o te convertiré en compost!

Perdóname si soy demasiado biodesagradable. Tú empezaste.


lunes, 10 de octubre de 2011

"Nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos"

Nunca nos enseñaron a despedirnos. Por eso duele tanto cuando un día, alguien se nos acerca y nos dice que se irá de nuestras vidas.

Yo incluso he llegado a creer que quizás lo dicen en un estilo de pedido omiso, que, en realidad, solo desean que suceda todo lo contrario, quedarse. Pero la sorpresa y el dolor se adueñan del momento y no queda más que decir que palabras ofensivas, de odio y resentimiento contra la otra persona.
No se nos da la táctica de reaccionar bien cuando deberíamos hacerlo. Al menos a mí no.
Por eso, lo que se debe, nunca es lo que se hace. Generalmente, uno saca su parte más afectiva y emocional en las situaciones en que uno debe desprenderse de lo que más quiere en el mundo. No sé si se trata de un tema de épocas, de personas o personalidad pero hay una realidad: las relaciones de hoy en día, han perdido ese valor hermoso que antes tenían.
Anticuado, puede que lo sea, pero que lindo sería que la gente valorase a la persona que tiene al lado, que no esperase a perderla para comprender que la necesita, que la echa de menos, que es alguien importante e imprescindible.
No hay despedida más dolorosa que la que no tiene explicación, que la silenciosa, que la que se hace por cobardía o por orgullo.
Hay tantas cosas que nos perdemos por no aprender a dejar nuestro ego fascinado de lado...


Y toda esta estúpida reflexión para decir que sí. Que puede que me haya cansado. Quizás esté harta de desilusiones. Y quizás también me haya cansado de esconder mis sentimientos, de fingir que todo me da igual, de hacer como que no te he visto cuando al mismo tiempo recorre una manada de elefantes mi estómago.

Estoy cansada de dar pasos equivocados, de odiarme a mí misma por no ser capaz de odiarte a ti. Ya no recuerdo por qué cogí ese camino, por qué no fui capaz de decirte aquel día que me pasaría la vida a tu lado. Y ahora que todo ha pasado, todavía me pregunto por qué sigues aquí.


Total, que ojalá algún día, si me toca despedirme de alguien, espero hacerlo con un abrazo, con palabras sinceras y sabiendo que los mejores momentos que pasas con una persona no se olvidan jamás...







jueves, 6 de octubre de 2011

Can anybody hear me? Or am I talking to myself?

Paso por paso.
Sorpresa. Disconformidad. Confusión. Enfado. Culpabilidad. Más enfado. Más confusión. Reproches. Más reproches. Tristeza. Grito todo lo que puedo en mi interior pero nadie puede oírme. Doy de ostias a mi corazón contra las paredes de mi pecho. Me callo...


Silencio.



Después ese momento en el que siento que estoy sola, que tengo más ganas de gritar, pero sé que será en vano. Cuando siento miedo de no tener a nadie por el cual sonreír cada día, cuando siento que por mucho que llore, nadie será capaz de calmar mis lágrimas. Cuando siento que mi jodida vida es una real mierda y que nada ha valido la pena...
Porque sí, supongo que todo depende del lado por el que mires las cosas. Yo, como soy Yo, siempre desde el lado pesimista y negativo. ¡Faltaría más!

Pero así es la vida. No diré que no ha merecido la pena. Y aún por todo lo que está pasando, si no te importara lo que me sucediese ni a mi lo que te pasara, evitaríamos encontrarnos ocasionalmente a través de la lluvia. Y yo acabaría preguntándome a cuál de los necios maldecir para escapar.


La cosa va un poco así:
Debes estar loco, debes estar desesperado y cuando estés en la calle debes saber elegir la carne fácil con los ojos cerrados. Y así, silenciosamente, sin que nadie te vea, debes atacar cuando llegue el momento, sin pensarlo. Podrás ganar puntos con tu estilo llevando corbata y dando apretones de manos, dejando ver una mirada y una sonrisa para nada naturales. Así harás que los demás confíen en ti, para que, en el momento más inesperado, poder apuñalarles por la espalda. ¿Para qué? Pues para acabar siendo un viejo totalmente solo que entierra su cabeza bajo tierra mientras muere de tristeza.
Debo admitir que estoy confundida, me siento usada y tirada como un juguete roto a quien nadie quiere.  Pero sorda, muda y ciega, el mundo me pide que siga pretendiendo que estoy bien.


Pero aquí todos saben que me importa lo que te pueda ocurrir, y quiero pensar que tú sientes lo mismo. Y sabes que te diré que te vayas, pero que no me dejes, porque no voy a correr detrás tuya.
Y es que odio malgastar las horas de forma irresponsable envuelta en el fango en días como estos. Y estoy cansada de pasarme el verano tendida al sol mientras que me tengo que quedar en casa viendo como llueve...¿Por qué? Si yo quiero salir sin paraguas y empaparme y cogerme una pulmonía y que me tengan que llevar a urgencias...¿Por qué está mal visto?


Prefiero que me llamen rara, pesimista, loca, insensata, borde, antipática, soberbia, desordenada, subnormal, sorda o gilipollas si quieren...A tener que darme cuenta de que he pasado diez años de mi vida sin hacer nada de lo que me gustaría haber hecho, sin haberlo intentado una vez más.


Porque sí. Soy una edición limitada. Una maquina en la que no engancharon bien los engranajes a la hora de la fabricación. Porque el mundo y las costumbres actuales no me quieren. Ni yo tampoco a ellas.


Porque como dijeron Pink Floyd: "Cualquier tonto sabe que un perro necesita un hogar" 
Y si a ti te faltan las fuerzas para intentar encontrarlo, yo pongo mi parte y la tuya.
Hasta agotar mi última bala en este combate.



sábado, 1 de octubre de 2011

Punto, punto, punto.

Siempre recordaré aquella clase irrepetiblemente mítica de filosofía...
Descartes entró en escena como protagonista de la gran obra del resto de mi vida, un protagonista secundario...¿puede ser eso? Os pensaréis que no, que es tarde, yo desvarío y estoy gilipollas. Pues sí. Para qué nos vamos a engañar.

-Tengo muchas dudas acerca de la teoría de Descartes.

-Yo no tengo ninguna, me queda clarísimo.

Nieves le observó a través de sus grandes monturas azules y le dijo, sería, cortante, "nunca aprenderás nada". Punto y final. Sin más explicación que su mirada y esas palabras de ¿desanimo?... Yo lo comprendí casi enseguida...
El que duda, busca. El que no duda piensa que lo ha encontrado todo ya, y entonces deja de pensar, deja de ser, como diría el propio Descartes. La incertidumbre del que busca enseña más que la certeza del que cree saberlo todo. La duda nos hace humildes. De la absoluta certidumbre (que en mi opinión, no existe, ni existirá jamás), nace la soberbia.

Algunos estareis pensando, como he mencionado más arriba, "esta es gilipollas". Y otros (espero), que tengo razón. A estos últimos tengo que decirles que lo dudo.
Y así es mi vida, un "no parar" de ¿verdad? ¿error? ¿certeza? ¿evidencia? ¿opinión? ¿conjetura? ¿ignorancia?... Pero siempre, siempre, siempre, la duda. La maldita duda que me agarra los tobillos día tras día.

Soy una persona de fácil dudabilidad. Dudo por todo. ¿Eso es bueno o malo?... Digamos que es mi estado de equilibrio. Entre la afirmación y la negación. Mi termino medio. Mi intelecto flutúa entre ambas, sin inclinarse apenas a un extremo o a otro. Mi duda es extraña, fácil, espontánea. Espontánea cuando el equilibrio entre los extremos resulta de la falta de exámen del pro y del contra.

Maldita, maldita duda.

¿Por qué llega ahora? Ahora cuando todo parecía tan perfectamente imperfecto en mi jodida vida de estudiante. Para que os imagineis como es la historia. El eje central de la duda es una llamada de teléfono. Tan simple como que una voz conocida salude y pregunte por tí. Tan simple y a la vez tan complejo el hecho de que te digan que te echan de menos, que echan de menos tu voz, tus caricias y tus susurros al oído a altas horas de la noche. ¿Por qué ahora?...

Maldita, maldita duda. ¡Y maldito Descartes!

Siento que estoy dentro de "La Metamorfosis". Y no me gusta, no me gusta un pelo. Y dudo. Y vuelvo a dudar. Y mi corazón implora para que no se note a primera vista, para que todo siga pareciendo normal. Y me vuelvo a cerrar y echo la llave de mi coraza personal donde muy pocos se han colado, otros muchos han muerto en el intento y los restantes no se complican la vida y no lo intentan. No les culpo, yo tampoco lo haría. Y sí, lo que pensais. Soy subnormal.

Él lo nota. Y lo sé, aunque no me lo diga. Aunque calle siempre. Aunque no sepa que me canso de esta situación. Aunque no sepa que en estos momentos quiero tirarlo todo por la borda.

Aunque probablemente sepa que ya es tarde. Muy tarde. Maldita duda.