No hay nada. Silencio. Dudas. Oscuridad. Y se echa a llorar con rabia...
Llora porque no siente lo que le gustaría sentir. Llora porque a veces no hay culpa y no quisieras hacer sufrir a nadie, pero te sientes malvada, desagradecida.
Preguntas, demasiadas preguntas para ocultar la única verdad que ya conoce. Pero otra cosa es admitirla. Admitirla significa doblar en la próxima esquina y coger otro camino. Luego se busca. Se mira en el espejo. Pero no se encuentra. Es otra.
Olvida todos esos pensamientos. Fatigosos. Inútiles. Difíciles. Que le gustaría que condujesen a alguna parte, pero que al final no llevan a nada. Y se deja sentir...
Así. Con una sonrisa.
2 comentarios:
Me encanta tu blog, te sigo :)
Gracias Ana! Se admiten sugerencias de mejora :)
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